Me reconozco sin límites.
No sé hasta dónde llegar.
Siento que me voy a estrellar,
antes de aprender a volar.
Nunca supe tu nombre,
te recuerdo de siempre.
Unas cejas furiosas,
protegían tus ojos.
Me atraía la intriga,
que encerraba esa cara.
Fugaz desconocida,
que cruzaba a mi paso.
Una cara apacible,
que miraba a lo lejos.
Serena, iluminada,
como si nadie, nada,
lo estuviese corriendo.
Y supe que eras vos,
desde el primer momento.
Tengo los tacos embarrados de seguirte.
No me importó lo que hacías,
qué buscas, o lo que fuiste.
Tengo los tacos,
embarrados de seguirte.
terminamos sin hablar.
Yo un día dejé de creerte,
y vos no me convenciste más.
No encuentro tu rastro hace meses.
No siento a lo lejos tu aroma.
Y ya no sé ni qué esperar.
Ya no recuerdo tu andar,
me cuesta horrores los pasos.
Y vos, tan adelante vas.
Tengo los tacos,
embarrados de seguirte.
Pero, me voy a revirar,
y antes de que te des vuelta,
no voy a seguirte más.
Aunque siento que ellas me manejan a mí, me pronuncian y me llevan sin consultarme, me siento transportada, conducida hacia dónde. En un remolino de palabras sin sentido que lastiman o desprecian y no pasan desapercibidas. Y al fin de cuentas, quién soy?
Soy sólo esto, un ovillo de palabras mal aprendidas? O soy un poco más que no se anima a espiarse por el miedo a verse para adentro? El espejo me desnuda.
Es mejor así, seguir en las sombras, que esconden las heridas. Imborrables. Pero está bien, porque sino, para qué servirían las heridas, si fueran cicatrizables.
Aunque últimamente... en cada una de ellas me brota un líquido verde. Al menos renace, al menos no está podrido, para tirar. Ni maduro, para comer. Antes fue rojo, carmín, como debe ser, después negro y ahora de nuevo verde. Será que estoy renaciendo? Es clorofila que sale de mis venas? Es fibra de piel?