miércoles, 14 de abril de 2010

Mecanismos

Uno tiene muchos mecanismos de estar cerca, aunque sólo sea una sensación. Escuchando a Pettinato en las mañanas, o comiendo tortas fritas los domingos atentos a la hora del partido. Pidiéndole al carnicero carne para milanesas, sin que falte la pregunta, “es para empanar verdad?”, y no importa explicar siempre lo mismo.
Sin embargo, a pesar de esos mecanismos, uno no puede permitirse el aislamiento. No se puede, es inaudito vivir en una cápsula divina, blanca y cerrada. Y no intentar al menos descubrir de qué hablan allí afuera, qué les interesa, qué los mata. Uno no se adapta hasta mimetizarse, tampoco es necesario, tampoco pasa. Pero estar y no estar…? Para después decir, yo estuve allí, viví allí. Pero no conozco.

domingo, 11 de abril de 2010

Y si?...

Y si lo que quería no era esto, no era lo que esperaba ni lo ansiado ni lo necesitado, ni lo dormido? Si buscaba un refugio para todas mis heridas, y resulta que esta cueva es cálida, está limpia, pero es oscura y silenciosa como una bóveda muerta?
El silencio es a veces un tesoro, pero otras una inmensa tortura que te aniquila de a poco hasta descubrir que no se sabe nada. No se sabe nada ni del silencio.
Aunque, tal vez sea un error, es poca observación, es culpa mía, debería aprender a leer movimientos, gestos, miradas, pasos. Debería saber a esta altura que la inmensidad de los actos se mide en eso. Pero mi obsesión por estas traicioneras líneas curvas, signos, vocablos, por dios! Palabras! es demasiado grande para prescindir de ellas. ¿Si algo no se dice, existe?

domingo, 24 de enero de 2010

Paisaje

Elegir un lugar igual al mío, que me recuerde a tal o cual esquina sería engañar al corazón y a los sentidos. Sentirme como en casa sin ser casa, no me parece algo concedido. Sería disfrazarlo sin cambiar, manipular, sería cobarde. Sería débil.
Los recuerdos están siempre y es mejor guardarlos separados. Prefiero saberme lejos y distinta, prefiero reconocer las diferencias.
Si es que nunca voy a olvidar esa baldosa que está floja y que salpica, y uno tiene que esquivar. Ni una sola sonrisa ni una cana, ni unos pasos ni frases ni silencios.
Incluso muchas otras olvidadas afloran de golpe y sin aviso, cuando uno no creía recordarlas. Entonces se posan ahí, en la retina, esperando ser nombradas.
Y la verdad que uno no quiere nombrar nada, porque es abrir la puerta para no ir a jugar.