Uno tiene muchos mecanismos de estar cerca, aunque sólo sea una sensación. Escuchando a Pettinato en las mañanas, o comiendo tortas fritas los domingos atentos a la hora del partido. Pidiéndole al carnicero carne para milanesas, sin que falte la pregunta, “es para empanar verdad?”, y no importa explicar siempre lo mismo.
Sin embargo, a pesar de esos mecanismos, uno no puede permitirse el aislamiento. No se puede, es inaudito vivir en una cápsula divina, blanca y cerrada. Y no intentar al menos descubrir de qué hablan allí afuera, qué les interesa, qué los mata. Uno no se adapta hasta mimetizarse, tampoco es necesario, tampoco pasa. Pero estar y no estar…? Para después decir, yo estuve allí, viví allí. Pero no conozco.