Sunshine
¿Se puede repetir el mismo error a lo largo de tres generaciones? ¿Es posible elegir la misma manera de enfrentar al mundo una y otra vez, someterse a él y respetarse a sí mismo y sus convicciones cualesquiera sean éstas? Sí, el hombre de manera individual y por lo tanto la humanidad toda. Es lo que plantea Sunshine a lo largo de sesenta años de historia.
En tres horas y diez minutos, retrata en la trama tres generaciones de una familia como testigos de la evolución del siglo veinte. Es la historia de una estirpe de gran afán emprendedor y poderío intelectual, pero que llevan en su sangre el límite frente a sus semejantes: el judaísmo.
Primero una historia de amor prohibido, más tarde la superación personal invalidada por el Holocausto y, en tercer lugar, la lucha por vengar este brutal acto con métodos no menos brutales.
La primera corre en la sucesión de los hechos. Vemos cómo unos primos son reunidos en la familia, enamorados, rechazados por sus sentimientos y cambiados de nombre para ocultar su sangre. Luego un luchador de esgrima se debate entre dos amores, su ideología y su pasión por la esgrima. Y cuenta esta parte con una fortísima carga dramática muy bien llevada. El tercer fragmento se centra en una historia de amor, tocando de costado los acontecimientos de carácter mundial.
Pero finalmente cuando se une por fin todo el argumento, reflota lo importante de este film, una fuerte reflexión: el hombre lleva, desde siempre, cometiendo los mismos errores bajo diferentes banderas, bajo diferentes regímenes. Sólo un personaje a lo largo de toda la película logrará permanecer intacto a las contradicciones humanas, porque el amor será su ideología.
Sunshine deja en la superficie la síntesis de la humanidad, de la eterna subordinación del débil frente al fuerte, que una ideología no tiene soporte sin un enemigo y que para llegar a ser algo en esta vida el hombre debe estar en concilio consigo mismo. Entonces así poder irradiar a los demás la sinceridad, la serenidad y la motivación de los grandes sabios.
Publicado en el diario EL POPULAR, 16 de enero de 2005
Mediterráneo
A veces se vive aceleradamente y otras lentamente. Algunas veces se proyecta el futuro y otras se deja llevar como una hoja al viento. Es probable que nos vaya bien o mal de cualquier manera y descubramos al final del camino que la vida era "plan B". Porque, ¿quién tiene certezas en realidad? Sólo que si esperamos que surja lo supremo, perdemos lo posible, cuando lo mejor para cada uno no existe por anticipado, sino que cada quien lo inventa.
Mediterráneo se centra en ese sentimiento en mitad de la vida, poniendo en duda decisiones que nunca se tomaron o que no se deberían haber tomado, y es además una película fantástica en sí misma, porque se disfruta y nos sitúa en un lugar paradisíaco donde todo está por comenzar.
El napolitano Gabriele Salvatores es el director de esta película que recibió en 1991 el oscar al mejor film extranjero. Propone una historia común con sencillez narrativa y pequeñas dosis poéticas con giros muy originales. Ocho soldados italianos son destinados a una perdida isla griega al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La deben ocupar y esperar nuevas órdenes, pero una serie de calamidades complicarán las cosas hasta el infinito y perderán la noción del tiempo. "Grecia es la tumba de los italianos", encontrarán escrito en una pared apenas al llegar: ¿es un reto al enemigo, o es porque están en un lugar del que jamás se podrán despegar?
El final pone fin a las risas para situarse a medio camino entre lo entrañable y lo dramático. Es una constante en la comedia italiana contemporánea. Al igual que la utilización de personajes femeninos esculturales para situarlos en un pedestal y adorarlos.
Cargada de preguntas, humor fresco y algunos tópicos, Mediterráneo plantea un mensaje actual y claro de "no"a la guerra, de libertad y de pararse en los propios zapatos y mirarse en el espejo antes de que sea demasiado tarde.
Publicado en el diario EL POPULAR, 13 de febrero de 2005
Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera
En el principio uno es niño y la maldad es algo de lo que probablemente se goce. Más tarde el placer, cuando uno es joven, comenzará a cambiar y la lucha será otra: la integridad, el amor, el deseo, las contradicciones. El adulto que no haya sorteado a su debido tiempo las adversidades del crecer, volverá a padecer la necesidad de la maldad, pero ya no será un goce.
"la vida es así", parece decir este film de duk Kim-Ki, director coreano reconocido por obras de extrema violencia como La isla (2000). Curiosamente en esta película plantea una idea casi opuesta a esa crudeza que lo caracteriza y propone mucho, mucho tiempo para reflexionar.
Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera, es la silenciosa historia de un discípulo y de un monje budista en cinco episodios, cada uno identificado con las estaciones del año. Y es un título sugestivo que resume la idea cíclica de esta historia donde el budismo ocupa el centro de atención.
La narración sigue las sucesivas etapas del crecimiento biológico y el proceso de aprendizaje espiritual del protagonista y las enseñanzas de su maestro a través de las experiencias de cada etapa vital: la crueldad infantil, el deseo adolescente y la adultez, por la búsqueda de la paz y el equilibrio interior. El tránsito hacia ese estado de armonía espiritual implica despojarse de aquello que nos ata al mundo cotidiano: el cuerpo, el deseo y el egoísmo. Esa es la piedra que endurece al corazón del joven aprendiz.
El otoño marca la transformación del aprendiz absolutamente destrozado por la ira y con una deuda moral tan grande como la piedra que lleva en su corazón desde niño. El maestro le dará una última lección y el ciclo se cerrará en el helado invierno para comenzar en otra primavera.
Obra de tono intensamente espiritual, rica en símbolos visuales y escasa en palabras, donde el propio duk Kim-Ki interpreta el personaje central en su etapa adulta.
Un film notable de pura poesía visual, que puede considerarse inicíatico y al mismo tiempo introductorio para la mirada occidental poco familiarizada con la cultura oriental, su concepción del tiempo, la vida y la muerte.
Publicado en el diario EL POPULAR, 13 de marzo de 2005
Los Angeles al desnudo
A veces las reglas se deben romper, y otras definitivamente deben quedar intactas. Pero quién lo mide, quién determina lo que está bien y lo que no y en qué circunstancias? las decisiones se complican todavía más cuando se debe librar una batalla interna entre la lealtad y la propia conciencia. Las luchas de poder y la moral. Lo público y lo privado. Curtis Hanson representa sorprendentemente todas estas líneas en un policial puro y brillante como es Los Angeles al desnudo (L.A. Confidential, el nombre original).
Corrían los años 50 y la prensa se divertía mostrando su poder, la formación de la opinión pública. Dictando el ritmo de los acontecimientos, vendiéndose al mejor postor y alimentando el morbo amarillo en esplendor. Una noche en un bar, asesinan a seis personas de una manera macabra, una de ellas era policía. Tres compañeros de la fuerza, con técnicas muy diferentes, intentarán por motivos también dispares resolver la masacre.
Aunque en realidad no son tan distintos en su capacidad de perder los escrúpulos, Bud White es un policía severo y sin límites si la causa es justa. Ed Exley quiere esclarecer su primer crimen para llegar a detective sin importarle cómo, y Jack Vincennes es más estrella de televisión que policía y está perdiendo de vista el sentido que lo llevó al lugar donde está. La historia se irá enredando y la virtud de la película será introducir al espectador en el argumento a manera de compañero de aventura. Abrirá tramas y subtramas con cada personaje que se presente. Llegando desde varios frentes a la misma escena, sin volverse así tediosa ni repetitiva, sino por el contrario ganando intriga y la idea de que uno mismo está atando los cabos en simultáneo con los protagonistas. Los Angeles al desnudo recupera los sentidos del cine negro de una manera magistral.
Esta película es de 1997 y sufrió aquel año el torbellino que generó Titanic. Pero desde quí intento reivindicarla como la mejor película de esa temporada.
Publicado en el diario EL POPULAR, 24 de octubre de 2004
Y ahora... señoras y señores
Y ahora... señoras y señores, del conocido director Claude Lelouch, es una ambiciosa historia que avanza entre el musical, el drama romántico y el suspenso. Con pinceladas musicales más que hipnotizantes la película presenta la historia en un paisaje único, conmovedor y apasionante.
La trama se centra en dos personajes principales que van tejiendo sus destinos a fuerza de la no memoria. Ambos son mágicamente guiados por una música exquisita, repito una vez más, que hace, sin querer, de hilo conductor del film.
Un ladrón, experto y aburrido desea dar la vuelta al mundo en barco, para escapar durante cien días de su hermosa pero insegura mujer. Ella ha decidido desde siempre ser la memoria que a él le falta y él desde siempre también ha elegido tener una libertad difícil de complacer.
El otro personaje que se presenta en paralelo, es una triste y abandonada cantante de night club, (la exquisita francesa Patricia Kaas), que condimentará el film con bellísimos temas de blues y piano bar. Y desea salirse del azul profundo de la angustia, partiendo también para salvarse de ese dolor de desamor. Son dos fugitivos del pasado, perdidos en el desierto interno y se encontrarán en el paisaje de Marruecos.
El director utiliza para dar intriga a esta historia de adultos, secuencias de retroceso en el tiempo y mezcla de sueño, realidad y fantasía. Así cuenta un cuento sencillo de una manera deliberadamente compleja, como compleja es la mente, y no lineal, que aumenta el interés del espectador.
Ambos sufren el mismo mal, apagones inexplicables, en un momento determinado y cada vez con más frecuencia, se duermen despiertos. Tienen boquetes en sus memorias recientes y un sentido de la continuidad destrozado. Un médico que los atiende les dirá algo interesante y poético: los recuerdos son lo único que no olvidamos de las cosas que ocurren, y es mejor así, porque sería mucha carga, y hay que viajar liviano.
Es una película encantadora en el sentido literal, que no permitirá que dejemos de mirarla, su calma provoca un oasis en los pensamientos y genera sentimientos internos indescriptibles. Muy metafórica y con creativos recursos visuales, plantea el encuentro, el desencuentro, el olvido y el amor, en clave musical.
Publicado en el diario EL POPULAR, 1 de agosto de 2004
El otro lado de la cama
El otro lado de la cama, de Emilio Martínes Lázaro no inventa nada nuevo ni se presenta como una película pretensiosa. Sin embargo, aunque comienza leve, es capaz de ir in crescendo en un ritmo que termina en carcajada absoluta. El caso es que la película parece modesta, ligera y desenfadada pero termina siendo una excelente comedia, medida, seria y además musical.
Con inteligentes pinceladas de cotidianidad prepara el terreno para toda la línea argumental, que va ganando consistencia e hilaridad a lo largo de la historia.
La trama no presenta otra cosa que enredos de parejas, que en ocasiones se enamoran y se mienten muchísimo, que a veces ocurre entre los mejores amigos y por lo tanto no saben muy bien cómo enfrentar el problema. Y que otras veces no se enamoran nada y una gran equivocación merece ser perdonada.
Las casi dos horas transcurren así con mucha fluidez, y de menor a mayor el film se apoya con enorme eficacia en el humor, la imagen visual y las interpretaciones. Sumado a esto: la música. Planteada de manera sencilla, el director la utiliza en esta comedia musical, al igual que las propias canciones y coreografías para fortalecer la historia y sus personajes.
El guión ubica los temas de una manera acertada, siguiendo la línea argumental con música Pop de los '80 y '90 de artistas como Kiko Veneno, Tequila o Los Rodríguez.
Sin que los actores sean cantantes, interpretan, actúan y recitan. Y para esto el director logra exprimir al máximos sus capacidades artísiticas. La historia con la música incluida, fluye así con mucha facilidad sin tornar aburrido este sólido y adulto film español.
Publicado en el diario EL POPULAR, 20 de junio de 2004
Las invasiones bárbaras
Las invasiones bárbaras es el encuentro de antiguos personajes que Denys Arcand había presentado en El declive del imperio americano, pero no hace falta haber visto aquella película para disfrutar de ésta. Sí para entender mejor la identidad de los personajes, de elevadísima preparación intelectual, teorizando acerca de su propia decadencia, devorados por el cinismo y la perversión.
El director decide ver qué están haciendo dieciocho años más tarde. Y encuentra a Rémy internado, gravemente enfermo y solo. Es un veterano progresista y mujeriego que vive en Quebec y al que su mujer lo dejó hace ya quince años. Sébastien, un capitalista exitoso en quien se ha convertido su hijo, es quien se encargará que su estadía sea más llevadera. Llamará a sus amigos, que no tardarán en llegar y disminuirá su agonía.
Las invasiones bárbaras que dan nombre al film, tienen una base teórica, -explícita en la secuencia televisiva del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York-, pero un único dueño y señor, la supremacía absoluta del dinero, encarnada en Sébastien. El propio Rémy lo calificará como bárbaro.
A través de Sébastien, el espectador conocerá la corrupción que ha infectado a una sociedad moribunda. Comprará para su puesta en escena, a empresarios y sindicalistas, a antiguos alumnos, a policías y a narcóticos. Elimina de la pantalla, con su dinero, el terrible estado en que se halla la sociedad, permitiendo concentrarse en los vínculos afectivos del enfermo.
Allí conoceremos a Nathalie, hija de una de las antiguas amigas de Rémy, Dominique, cuya presencia planteará que la erudición no los ha ayudado a construir su propia vida. Y Rémy reconocerá su miedo a la muerte, su amor por la vida, sin cinismos, sin ironía.
El film plantea muchas invasiones bárbaras, cambios drásticos, de barbarie interior, a lo largo de la vida de una persona. Barbarie capitalista, y barbarie en la inteligencia y el conocimiento.
Publicado en el diario EL POPULAR, 6 de junio de 2004
Fuera del mundo
Ellos por alguna razón se sienten fuera del mundo. Por tomar o no tomar algunas decisiones han quedado en una zona poco transitada. El silencio y el encierro los inunda, la duda y el miedo los comanda. Y a su manera cada uno intentará resolverlo, escapándose, aferrándose o resignándose.
Fuera del mundo trata de historias muy distintas que se cruzan. Un punto de partida será la excusa para contar una historia sobre la soledad. En un mundo de miradas contenidas y amores equívocos se mueven los personajes. Todos se cruzan en un punto, una unión frágil y recién nacida. Todos pertenecen a un mundo urbano donde las crisis existenciales son tan comunes como sus dos extremos: la satisfacción plena o la desdicha absoluta.
Fuera del mundo es una historia atípica. No sólo porque la temática queda al margen de lo que pueda resultar comercial en estos días, sino por la contradictoria frescura que irradian sus imágenes. A contrapelo, porque también hay una mirada melancólica y casi opaca, y con un ritmo definido a cuenta de vacilaciones y diálogos muy cercanos al individuo común.
Caterina es una monja joven, que después de cinco años está a punto de hacer los votos. Ernesto es el propietario de una tintorería. Teresa es una chica muy joven que vaga por Milán buscando un sitio para dormir. Gabriel es un policía con un buen corazón.
Personajes que viven creando sus propios universos cerrados, inaccesibles para los demás. Así son los protagonistas, equivocados o no. Es mérito de Giuseppe Piccioni no juzgar a sus criaturas. El director y guionista las deja ser, cambiar, dudar y cometer errores. Son almas solitarias que, a dónde se hallen, no permitirán que nadie los acompañe.
Publicado en el diario EL POPULAR, 21 de marzo de 2004
Ciudad de Dios
Que una ciudad sea bautizada como "de Dios", no la exime de poder convertirse en un infierno. Y que un sitio se vuelva infernal, no implica necesariamente que no presente huellas de armonía, vestigios de goce, rezagos de felicidad. Este escenario saturado de ambigüedad, de indefinición, de relatividad, o lo que es lo mismo, de realidad, es el que aparece representado en la película que dirige Fernando Meirelles y que fue nominada a 4 oscars en 2002.
En la favela Ciudad de Dios, ubicada en Río de Janeiro, las muertes, las torturas, son tan habituales como el esfuerzo de quienes viven en ella por sobrevivir, hundidos en la miseria, maltratados por las fuerzas policiales y excluidos del tejido social.
Pero la vida, se sabe, se abre paso, el espíritu vital fluye, y siempre encuentra resquicios para aflorar, para dejar en evidencia la esencia humana de lucha, de adaptabilidad, de ingenio, de solidaridad y de pasión. Esto es lo que pretende dejar al descubierto Ciudad de Dios. Muestra un ámbito que se presume infernal, donde la violencia es la forma cotidiana de relacionarse, pero lo muestra desde su humanidad, desde su lógica intrínseca, sin miradas escrutadoras, hipócritas, cínicamente educativas. Y la violencia develada, duele, las escenas duelen, pero porque la realidad es dolorosa.
La música motivante y no ligada a la dramaticidad de la escena que acompaña, las hiperquinéticas y frenéticas imágenes, una fotografía cuidada al detalle y de una belleza y seducción que contrastan con la dureza de la historia, e incluso la estructura, que rompe con la linealidad convencional, le da a Ciudad de Dios una particular luminosidad analítica. Cuenta con brillantes actuaciones y una singular voz en off, que aunque parezca mentira, relata en clave de humor las características del negocio de la droga y la vida cotidiana en las favelas.
Ciudad de Dios es una obra urgente, es una película que devuelve la mirada a los ojos y que simplemente debería ser vista.
Publicado en el diario EL POPULAR, 29 de febrero de 2004
Los lunes al sol
Los lunes al sol trata de un grupo de compañeros de trabajo que quedaron en la calle cuando los astilleros españoles, que eran la única fuente importante de trabajo en las ciudades costeras, decidieron despedir 80 empleados. Han pasado dos años y estos amigos en edad crucial, donde la velocidad de las nuevas tecnologías, los dejan atrás junto con los contratos temporales, se encuentran en una situación donde les es imposible rehacer sus vidas. Entonces intentarán sobrellevar la situación con lo que cada uno entienda de lo que significa dignidad sin que en el camino se derrumbe la autoestima, que pende de un finísimo hilo.
La desocupación es el argumento central de esta película, este tema no es sorpresa, pero nos sorprende. Los lunes al sol presenta una trama magistral, el director, Fernando León de Aranoa, desenmascara los fallos de un sistema caníbal como es el capitalista, cosa que tampoco es nueva ni mucho menos desconocida, pero lo hace de una manera genial, hasta musical.
La potencia del film radica en la minuciosidad con la que cada personaje es logrado, al mismo tiempo que nos sumerge en este contundente retrato social perfectamente reconocible. Es en ese instante que la emoción atrapa y desgarra por dentro, porque el impacto es rotundo. Lo sorprendente es este estado de shock que logra el film, sin escenas dramáticas y sin perder el humor que ronda la película y sus personajes. Personas impotentes antes una vida en punto muerto, golpes de una adversidad gratuita, retrato colectivo de vidas que no pueden evitar que su existencia sea irrelevante para muchos, cuando lo es todo para ellos.
Publicado en el diario EL POPULAR, 15 de febrero de 2004
Reinas por un día
Reinas por un día, se desarrolla en uno de esos días en que cuando al fin termina uno se dice a sí mismo, que no se tendría que haber levantado. Cuatro personajes con historias paralelas, tendrán esa sensación al terminar una jornada que les cambiará definitivamente, el curso de sus vidas.
A pesar del agobio cotidiano y la acostumbrada rutina, hay días que se presentan como la oportunidad de cambiar el rumbo, de vivir otra vida, he intentar ser “reyes” aunque sea por ese fugaz momento en el que los asuntos parecerían resolverse de buen modo. Las cosas, sin embargo, no siempre resultan como las deseamos. Este es el caso de Marie, Luis, Hortence y Maurice en Reinas por un día, personas que entre tantos fracasos y deseos irresueltos intentarán ser dueñas de sus vidas por un día, aunque las situaciones no terminen como estaban previstas.
La directora de este film, Marion Vernoux tiene una manera simple y directa para mostrar parte del desencanto, la desilusión, la soledad y la incomunicación, situaciones todas que parecen características de nuestro tiempo. Por eso mismo, la estrategia narrativa elegida para contar la vida vacía y casi miserable de personas comunes es coherente con la de historias múltiples, entrecruzadas por situaciones puntuales de personajes que, aún siendo muy diferentes, tienen en común atributos de anti-héroes.
En todo caso el debilitamiento de la estructura narrativa que se produce en la película guarda concordancia con la debilidad simbólica de personajes vulnerables e indefensos, cuyos sentimientos frustrados encuentran un eco en la instaisfacción narrativa.
La película tiene el mérito de trazar desde la comedia de personajes una visión más bien trágica y desolada de la sociedad moderna. Y en esto descansa buena parte del tratamiento críticamente humanista de seres marcados de antemano por la negativa a querer cambiar sus vidas. Por eso la tragicomedia como género se presta para dar vida a personajes que están condenados al fracaso, no porque estén movidos por un desaliento y desinterés naturales, sino porque a pesar de las batallas cotidianas a las que se enfrentan no logran superar vicios que, como la soledad, la frustración y la incomunicación, parecen enquistados en tiempos en los que reina, finalmente, un terrible desencuentro.
Publicado en el diario EL POPULAR, 28 de diciembre de 2003
Estación central
La película es un retrato de la frágil relación entre un niño y una mujer amargada y severa. Una maestra jubilada que se encarga de escribirles las cartas a las personas analfabetas que se quieran acercar a la principal estación ferroviaria de Río de Janeiro. Allí, entre el bullicio y la gente que sube o baja del tren, en una mesita, Dora se dispone a escribir lo que le dictan, con la promesa de enviar la carta al ser querido. De esta manera ella consigue unos reales extras que sumar a su pensión.
Pero esos clientes que ponen el alma en las frases que le dictan, no son capaces de conmover su endurecido corazón; para ella, la gente es masa: ha conseguido hacerse insensible al sufrimiento personal que haya detrás de cada historia. En realidad cuando llega a su casa, arbitrariamente y sin ningún escrúpulo, elige las cartas que realmente va a enviar al otro día. Una de esas cartas es la de un niño que quiere encontrar a su padre y que entablará con ella una fuerte, pero conflictiva amistad.
Josué, un chico de 9 años que ha perdido a su madre, vive con la ilusión de encontrar a su padre que reside en un lejano pueblo del nordeste de Brasil. Por diversas circunstancias, Dora le acompañará en esta larga aventura, que significará para ella una verdadera conversión del corazón.
A raíz de un problema ella se verá obligada a prestarle ayuda al niño, lo que ella no sospecha es que en realidad la ayuda se la brindará él a ella.
El film es un despertar emocional que reclama una identidad, la vuelta a un lugar y a un sentido de uno mismo que se había perdido.
La fuerza de la película radica en la capacidad de plasmar, a través de unas esmeradas imágenes y unos sencillos diálogos, el poder redentor de las relaciones humanas. Estación Central no deja escapar diversas realidades de un Brasil menos conocido, bien alejado de los ambientes carnavalescos y frívolos que a veces distorsionan la visión del país.
El director Walter Salles, huye de la frialdad dotando a su película de una particular emotividad. A ello contribuye su exquisita puesta en escena y su sensibilidad para llenar de simbolismo diversos objetos. Se trata de una cinta, en fin, el que palabras como ternura, piedad, amistad y tolerancia se redescubren y muestran que no es preciso irse lejos para practicar la solidaridad.
Publicado en el diario EL POPULAR, 30 de noviembre de 2003
Lo mejor de nosotros
Lo mejor de nosotros es un himno a la lealtad y a la compasión. Es la historia de héroes que no se propusieron serlo. Sus protagonistas son seres carnales, que dudan, sufren y sobre todo tienen miedo, por lo que sus ambigüedades y debilidades son puestas a prueba con consecuencias imprevisibles.
Este film trata sobre las circunstancias que marcan el destino de los individuos en una situación límite, y habla de la solidaridad y la amistad en medio de los condicionamientos que la ocupación nazi imponía a los habitantes de un pueblo checo. Dos amigos que con distinta suerte trabajan para una familia judía a finales de los años treinta ven cambiar vertiginosamente sus destinos con la llegada del invasor a su país.
Tener un judío en un ropero en los '40 no es tarea fácil, para lograrlo lo mejor que se puede hacer es trabajar para el Reich, y así despistar al amigo colaboracionista nazi que hace visitas inesperadas. De esta manera quienes son despreciados por toda la vecindad son los únicos con la valentía suficiente para salvar la vida de un hombre. Cuando contradictoriamente, quien pertenece a la resistencia será superado por su propia cobardía.
Narrativamente, el film presenta los episodios de suspenso clásicos en toda película de ocultamientos y refugiados, con la salvedad de que se las ingenia para transitar situaciones de alto riesgo y peligro de muerte con una buena cuota de humor y sarcasmo, logrando una suerte de comedia negra.
La pelícua trata definitivamente de lo que se es capaz de hacer por otro ser humano, sacar a la luz "lo mejor de nosotros", aunque ese no sea el título original de esta obra ("Divididos seremos vencidos"). Hasta qué punto cuando la realidad supera la ficción no queda otro remedio que enfrentarla. Nadie sabe cómo reaccionaría en una situación límite, posiblemente uno se convierta en alguien desconocido, la virtud está en sostener ante todo, la convicción de que lo más importante, a pesar de nuestras contradicciones, es la vida humana.
Publicado en el diario EL POPULAR, 23 de noviembre de 2003
Publicado en el diario EL POPULAR, 23 de noviembre de 2003
Cien pasos
Cien pasos eran los que separaban la casa de Peppino de la de su tío, el Tano Baladamenti, el capo que gobernaba Cinesi, un pequeño pueblo de Sicilia. Se trata de un relato ficcional inspirado en hechos reales que cuenta cómo los vientos de cambio del '68 irrumpieron en el corazón de uno que pertenecía a 'la familia'.
Con mucha frescura y simpleza, su director, Marco Tullio Giordana, nos muestra el valor de la integridad de un joven periodista radial que enfrenta el poder de la mafia de Palermo, Italia. Fue uno de tantos jóvenes de una generación que entusiasmada por la ilusión de cambio, jamás especuló en cuanto a las consecuencias de sus dichos. Peppino Impastato luchó por una causa tan amplia, que no le dejaba ver la cercanía del dolor que producían sus actos. A veces acertados y otros equívocos.
Es por eso que la película trata mucho más que la historia de este personaje. Invita al espectador a tomar partido de sus decisiones, a meditar hasta qué punto se puede faltar el respeto a su propia familia por lo que se cree justo. Y demuestra, sin abandonar sus propias convicciones, cómo un hombre puede equilibrar ambas cosas.
Ese es su principal valor, porque cuenta de una manera ágil y emotiva, la relación entre este hombre, que se rebela contra su destino, ante el poderío de la mafia, y una mafia, que es presentada de una manera muy real, de pequeñas organizaciones familiares que gobernaban los pueblos italianos.
La puesta en escena y ambientación es interesante, y excelente es también la banda de sonido, que incluye temas de Janis Joplin entre el blues y la música de los '70.
Publicado en el diario EL POPULAR, 9 de noviembre de 2003
Publicado en el diario EL POPULAR, 9 de noviembre de 2003
El hijo de la novia
El hijo de la novia, la segunda película de Juan José Campanella, el director, de El mismo amor, la misma lluvia, básicamente emociona y late en el interior de cada uno. Simplemente no es una película más, deja algo profundo a medida que recorre escenas donde uno se reconoce fácilmente.
Rafael Balvedere no está conforme con la vida que lleva. No puede conectarse con sus cosas, con su gente, nunca tiene tiempo. No tiene ideales, vive metido hasta el tope en el restaurante fundado por su padre. Además carga con un divorcio y no se ha tomado el tiempo suficiente para ver crecer a su hija Vicky. No tiene amigos, prefiere eludir un mayor compromiso con su novia y hace más de un año que no visita a su madre. Su vida es cuesta abajo y se podría decir que todo está preparado para que de un momento a otro, estalle.
El protagonista deberá replantear su vida, la que no vive. Y enfrentar las verdaderas responsabilidades de las que no se hace cargo. El argumento es atractivo, original, bien llevado y trabajado con energía. Con unos diálogos brillantes, donde se descubre un buen ingenio, con emotiva sensibilidad pero no sensiblería, y una envidiable construcción de personajes.
La evolución del protagonista, con actores que lo acompañan de una manera impecable, avanza cargada de situaciones donde el espectador no puede evitar encontrarse. En un gesto, en una frase, un pensamiento, con inevitables nudos en la garganta o carcajadas francas.
Esta película lleva al espectador de la mano, lo mima, pero no permite que quede ajeno, además de enternecerlo su interior se movilizará. Definitivamente esta película trata de lo cotidiano, de problemas simples y complicados pero no rebuscados, su original puesta en escena y tratamiento del argumento es exquisito.
Publicado en el diario EL POPULAR, 2 de noviembre de 2003
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