lunes, 14 de noviembre de 2005

Sortilegios


Hay días en que la magia resulta. Entonces de manera inesperada uno se encuentra con una cara amable que no es reflejo ni es espejo. Con unos ojos francos que nos devuelven la mirada oportunamente. Y uno se pregunta con recurrencia, si no será un invento de la propia imaginación. Pero esa presencia está ahí para confirmar que no, que existe.
Y cuando a veces los espejismos nos confunden, y descubrimos que la magia era algo provisorio, que duró lo que un chasquido y todo se desvanece, hay una fuerza interior innata, que nos impulsa incansable. Entonces uno arremete de nuevo, como si nada.

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Hay quienes lo encuentran a la vuelta de la esquina, incluso, hay quienes tienen esa suerte más de una vez. Otros se pasan la vida rastreándolo. Pero en una búsqueda incansable y desesperada por encontrar el sortilegio, todos indefectiblemente caen. Y aunque sabiendo su inexistencia de antemano, se dedican a probar hechizos y encantamientos. Pociones mágicas y abracadabra para la ocasión.
La verdad es que el amor se manifiesta de muchas formas, una sonrisa que ilumina y al mismo tiempo desarma, una mirada profunda, un beso interminable, un abrazo especial, dulces palabras. Una buena compañía. Un silencio oportuno. Un gesto atento.
Pero a veces todo eso no significa nada, y un vacío irrespirable enrarece el ambiente. Es ahí cuando en verdad, se devela el misterio, que los hechizos y encantamientos en estos casos no sirven.


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Es que la fortuna incomparable está guardada en una mirada clara, que nos espera y que es precisa. Y como alguna vez escribió Julio Cortázar, esa presencia ‘dura más que el tiempo’. Simplemente un día, el tesoro más deseado se pone frente a nosotros, y lo increíble es que además lo vemos.
Puede entonces que ya no importe si es o no un invento. Una presencia está ahí, para confirmar que existe. El triunfo está completo.
Porque es ganarle al tiempo con indiferencia. Porque no hay más despedidas.

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