martes, 25 de octubre de 2005

Juguemos...

El amor es un chispazo, un resplandor, un chasquido. Una sorpresa inaudita, un soplido. Pero es también un golpe, certero y sin aviso en el medio del pecho.

El amor es un hacha, que corta por el medio y ya no se podrá seguir viviendo como si fuera uno. Es una espada que atraviesa, pero que a parte se queda. Es un disparo a matar "como si tuviéramos repuesto"*.

El amor es además algo imposible de explicar salvo por medio de metáforas, es aplastante y asfixiante cuando no es correspondido y es eufórico y asmático cuando en cambio sí lo es.

El amor es mucho más que dos cuerpos, en el punto fatal de una embestida fantástica. Es también lo sublime, lo que va en el acto de una atención especializada, la exclusividad de unos ojos que siempre estarán devolviendo la mirada. Es lo celestial, lo terreno y lo infernal. Es sangre, gritos, llanto y platos rotos. El amor es lo indomable.
*cita de Guillermo Del zotto
Le escribí esto a un amigo explicándole lo que para mí significaba amar. "Que bueno que no me querés", me dijo

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